Hoy 23 de marzo a las 8:30 am, el corazón del gran genio y hombre inspirador de las artes escénicas, se detuvo para despedirse de este gran escenario.
Su deceso, como si fuera parte de una inconfundible obra de teatro surgida de la creación colectiva como él la concibió y de la cual fue su creador, se da en medio de una ciudad acallada, de una sociedad reflexiva y de un momento histórico de reivindicación de la naturaleza y los más profundos deseos de equidad y armonía, en donde el trabajo en colectivo supera las individualidades y la creación en pro de un mismo objetivo, eleva la creatividad y la esperanza del ser humano.
Santiago García nació en Bogotá, el 20 de diciembre de 1928, actor, dramaturgo, director teatral y pedagogo, considerado como uno de los grandes teóricos y prácticos de la escena contemporánea. Designado como Embajador Mundial del Teatro por el Instituto Internacional de Teatro (ITI) de la UNESCO, fundador del Teatro la Candelaria, padre del nuevo teatro colombiano y cofundador de la Corporación Colombiana de Teatro.
Santiago García fue director de reconocidas joyas escénicas de la creación colectiva como Guadalupe años sin cuenta (1975), Premio Casa de las Américas, Nosotros los comunes (1972), La ciudad dorada (1973), Los diez días que estremecieron al mundo (1977), Premio Casa de las Américas, -basada en la obra del mismo nombre, montada por encargo de los miembros de la Central Sindical de Trabajadores de Colombia- (CSTC) y muchos más montajes de los que el maestro García sería actor, dramaturgo y guía. Obras de las que sería arte y parte y que marcaron un estilo único de la creación colectiva que llevará por siempre su inolvidable sello. Publicó numerosos artículos en la prensa y en revistas nacionales e internacionales, y también el libro Teoría y práctica del teatro (1983).
Grupos de teatro, salas, directores, directoras, actores, actrices, dramaturgos, y dramaturgas del país y de muchos rincones del mundo, lo despiden desde el silencio, desde el dolor profundo por el gran vacío que deja, pero con la profunda convicción que su legado permanecerá por siempre, que sus enseñanzas, pasión e irremplazable amor por la cultura y las artes escénicas serán la única arma que permitirá florecer un mejor mañana, una sociedad emancipada, fortalecida, en paz y dispuesta a respetar el bello acto de vivir.